La Divina Comedia
Avaros y pródigos
...Bajamos a la cuarta cavidad
aproximándonos más a la dolorosa orilla que encierra en si todo el mal del
universo.¿Ah justicia de Dios!.¿Quien, si no tú amontonar tantas penas y
trabajos como allí ví?¿Por qué nos destruyen así nuestras propias faltas? Aquí
chocan los condenados uno con los otros lo mismo que la ola... Allí ví mas
condenados que en ninguna otra parte los cuales formados de dos filas, se
lanzaban de la una a la otra parte enormes pesos con todo el esfuerzo de su
pecho gritando fuertemente; dabánse grandes golpes, y pespués se volvían cada
cual hacia atrás, exclamando: ¿Por qué guarda? ¿Por qué derrochas?. De esta
suerte iban girando por aquel tétrico círculo, yendo desde un extremo a su
opuesto, y repitiendo a gritos su injurioso estribillo. Después cuando cada cual
habia llegado al centro de su círculo, se volvían todos a la vez para empezar de
nuevo otra pelea... Yo que tenía el corazón lleno de lástima dije: Maestro
mío,¿que gente es esta?. Y el me respondió: Todos fueron de tan limitado talento
que no supieron gastar razonablemente; así lo manifiestan ellos con claridad
cuando llegan a los dos puntos del círculo que los separa de los que siguieron
camino opuesto, es decir la avaricia... Continuarán chocando entre sí
eternamente; y saldrán estos del sepulcro con los puños cerrados, y aquellos con
el cabello rapado. Por haber gastado mal y guardado mal, han perdido el Paraíso
y se ven condenados a ese Eterno Combate... Nada puede dar reposo a una sola de
esas almas afligidas...
Bajemos ahora donde existen mayores
y más lametables males;... atravesamos el círculo hasta la otra orilla, no lejos
de un hirviente manantial, cuyas aguas son más bien oscuras que azuladas...
cuando aquel arroyo llega a la playa gris e infecta, forma una laguna; y yo que
miraba atentamente, vi algunas almas encenegadas en aquel pantano, completamente
desnudas y de irritado semblante. Se golpeaban no sólo con las manos, sino con
la cabeza, con el pecho, con los pies, arrancandose la carne con los dientes a
pedazos . Dijome el buen maestro: Hijo, contemplas almas de los que han sido
dominados por la ira; quiero que sepas que bajo esta agua hay una raza condenada
que suspira y la hace hervir en la superficie... Así fuimos describiendo un arco
alrededor del fétido pantano, entre la playa seca y el agua, vueltos los ojos
los que atragantaban con el fango...
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